Clave de SOL: “Monólogo” de Pompeyo

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16 de junio de 2024
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12:01 am
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Clave de SOL: “Monólogo” de Pompeyo

Por: Segisfredo Infante

Aunque le publicamos una atractiva segunda edición de su poemario “La ruta fulgurante”, con Pompeyo del Valle nunca fuimos amigos. No quiso dibujar una apertura de su “ser” hacia la fraternidad. No por lo menos conmigo, pues tengo comprendido que fueron grandes amigos con el poeta Oscar Acosta. Quizás lo único que nos religaba era una vieja amistad común con Ubelia Celis, y el sentimiento de la recurrencia de las soledades paralelas, interponiendo las diferencias generacionales. Coincidentemente también fuimos inquilinos, en momentos diferenciados, en la casa de “Don Fermín”, en la colonia Soto de Comayagüela, que el huracán “Mitch” se encargó de borrarla del mapa capitalino.

No logro recordar con precisión si fue Víctor Meza o Manuel Salinas Paguada quien le publicó a Pompeyo el poema “Monólogo de un condenado a muerte” (1978), en la vieja Editorial Universitaria de la UNAH. Lo más probable es que haya sido Víctor Meza. Es un poema más o menos largo, subdividido en trece partes, que me impactó profundamente en mi ya lejana juventud. Quise confesárselo a Pompeyo del Valle pero aquel caballero siempre fue esquivo conmigo. Le comenté al narrador Eduardo Bähr, en aquellos días, la impresión lírica positiva que me había causado “Monólogo de un condenado a muerte”. Pero Eduardo me desanimó y me dijo más o menos que Pompeyo había decaído en su poesía. Entonces me llamé a silencio hasta el día de hoy.

Si hay un poema de un autor hondureño que dejó una huella imborrable en mi juventud, fue “Monólogo de un condenado a muerte” de Pompeyo del Valle. Previo a este poema de Pompeyo agregaría “Una muerta” de Juan Ramón Molina y “El Quinto silencio” de Alfonso Guillén Zelaya, por la hondura temática y el alto lirismo de sus versos. Pocos días después marcará su sello sobre mi existencia el poeta y ensayista Roque Ochoa Hidalgo, ya con alcances filosóficos fraternales y trascendentales. Me refiero al patio hondureño, sin mencionar en este artículo, por ahora, las innegables influencias extranjeras, que llegaron de modo gradual a mis anaqueles. Lo curioso es que estos autores catrachos son poco mencionados en Honduras y son desconocidos en la arena literaria internacional, por aquello de la posible “invisibilidad” de nuestro pequeño terruño.

La primera característica del “Monólogo” de Pompeyo es que sus versos son cortos, fluidos y en ausencia de las rimas diríase que son rítmicos. La segunda característica es que se trata de un poema de contenido profundo, con temblores existenciales, muy a pesar de las andanzas previas de un “marxista” duro de vieja guardia. ¿Qué angustias intransferibles habrán atacado el alma de Pompeyo al momento de escribir estos versos?, porque aun cuando pareciera referirse a una segunda persona, se trata de su propia intimidad lacerada. De todos modos, aparte de los remilgos o posturas de la década del setenta, Jean-Paul Sartre sostenía, en 1945, que “El existencialismo es un humanismo”.

Ahora tratemos de comprender los versos aludidos de Pompeyo: Uno: “Es como si estuvieras signado// por la derrota,// miras en torno y nada vez// como no sea la destrucción// de todos tus castillos.// Nada tienes, sino esta rama muerta// en donde un día se mecieron// las plumas de tu canto”. Dos: “Tienes sed y nadie// alarga a ti// un precario vaso;// el hambre en ti trabaja// y ninguno// te invita a sentarte a su mesa.// Estás solo, oscuramente,// y es como si la soledad reinara// en círculos que se expanden.” Tres: “Desde el alba comenzaste// a construir la torre de tu sueño.// Con paciencia y ternura// fuiste colocando uno a uno// los transparentes bloques;// con amor y voluntad los ligaste,// con alegría combinaste el esfuerzo// y también con algunas gotas// de sangre.” (…) “Creías tener el éxito en tus manos// y de repente todo estaba en el suelo.” (…) “De noche, otros vinieron// y con materiales oscuros,// con infinita astucia,// lograron aquello// que para nadie, sino para ti// parecía estar destinado.// Cuatro: “A veces te visita// el desánimo,// y la visita es larga.// (…) “No es que busques// tu aniquilamiento. No, eso// nunca.// Pero te abandonas,// te desentiendes de toda// lucha// que pudiera llevarte// a salvar ese foso// que, como a un viejo castillo,// te rodea.” (…) Siete: “Hay algo más terrible// que perder// una batalla// más ilimitado que las noches// del vencido,// más grotesco que el rostro// de las furias:// el desengaño.// Ante él tu alma se contrae// como un papel// atacado por el fuego.” Once: “Tu adolescencia// tuvo el color de los ojos// del agonizante, el pasmo// de la horca en el amanecer// del condenado, el frío que deja// en las manos// la despedida sin regreso// del amigo más hondo: aquel en cuyo espejo// con mayor claridad te reconoces”. (…) Trece: “Al cabo,// con la noche inclinada sobre ti// como una madre atroz sobre su hijo,// sientes que el tiempo te golpea// en la frente,// y te encuentras minúsculo,// no mayor que un grano de cebada”. Etc.

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