LETRAS LIBERTARIAS: Los monstruos de la polarización

ZV
/
15 de junio de 2024
/
12:03 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
LETRAS LIBERTARIAS: Los monstruos de la polarización

Esperanza para los hondureños

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo)

Los conflictos sociales son cosa normal en cualquier sociedad, por muy próspera que esta sea. Sin embargo, hay que distinguir entre aquellos que son solventados con la voluntad de las partes en lid, y los que se promocionan con fines estratégicos, para los cuales no existe solución alguna, ni el interés de una de las partes.

La polarización social es una manifestación desaforada y extrema de los conflictos, que para la sociología resulta de mucha utilidad para determinar las causas que la originan. Esta división de la sociedad obedece a una estrategia de confrontación programada que, al contrario del pasado donde las disconformidades germinaban espontáneamente desde abajo, las modernas provienen desde las alturas del poder mismo. Los fines son archiconocidos: consolidar ese poder y desplazar del escenario político toda oposición que ponga en riesgo la aplicación del programa estratégico.

Aunque los conflictos no son novedosos en Latinoamérica, la polarización como tendencia sí que lo es. Se deriva de esa vieja concepción marxiana, la llamada tesis de la polarización, fenómeno que hace las delicias de los líderes autoritarios. Para Moisés Naím, la polarización forma parte de un combo del que echan mano los modernos autócratas que, junto al populismo y la posverdad, constituyen lo que se ha dado en llamar las 3P del autoritarismo moderno.

Nos advertía Gramsci que en cada conflicto existen fuerzas correlativas que presionan para domeñar el escenario social, tratando de reducir a sus enemigos a la impotencia. Sin embargo, para entender los conflictos internos -sostenía-, hay que tomar en cuenta las fuerzas internacionales que se mueven alrededor del país en contienda; es decir, existe una fuerte correlación entre las disputas internas y externas, que muchos no logran entender, creyendo cándidamente que los altercados institucionales son hechos aislados. De ahí que los ciudadanos se muevan alelados al compás de los escándalos que aparecen en los medios como el pan nuestro de cada día.

Por su lado. las viejas élites, sin saber cómo responder a las montoneras programadas, apelan al consenso, a la paz y a las negociaciones, mientras caen en las trampas cazabobos que les han tendido sus enemigos políticos.

Sin embargo, no siempre la polarización como estrategia rinde los frutos esperados, a pesar de Gramsci y los ideólogos del autoritarismo. Un conflicto mal manejado, esbozado en un plan muy racional, pero que escapa del control del “leadership team”, a la par que las crisis se ahondan, deja a la gente en el centro de las disputas políticas, sin saber a quién seguir, qué camino tomar.

En su angustia frente al caos, los ciudadanos pierden totalmente la confianza en las soluciones políticas y en la autoridad; se desplazan en el espacio y canalizan sus energías a través de los medios más inmediatos: la calle -Argentina, Chile, Colombia- o las redes sociales -Egipto, 2011-. Es decir, apretar y aguantar: o se impone el modelo a la fuerza o se cambia el “chip” colectivo apostando por un humanoide ideológicamente bien enfilado. Todo ello en medio de los desórdenes, huelgas, desplazados, empobrecidos. El costo es altísimo.

Es en esa interfase de lo viejo a lo nuevo; en este claroscuro de confusión política y económica, tanto como existencial, cuando aparecen los monstruos que muy bien vaticinaba el gran Gramsci: los autócratas; los autoritarios que tampoco encuentran el remedio para resolver las crisis que, en buena parte, ellos mismos han originado. Luego viene la represión.

Más de Columnistas
Lo Más Visto