La traición en política

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11 de junio de 2024
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12:18 am
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La traición en política

Por: Arístides Mejía

No debe confundirse la traición en política con la traición a la amistad o en el amor, que se relaciona más con la autoestima, los afectos, la confianza o el respeto, como tampoco con la apostasía que se refiere a lo sagrado.

Son comparables en lo que se refiere al principio, es decir la causa de la acción, para una acción política exitosa se requiere de lealtades fundamentales, como para que perdure la amistad y el amor. No son sin embargo igual las valoraciones que se les puedan dar en cada uno de estos ámbitos.

Si consideramos a la política como la gestión no bélica de los conflictos, de las alianzas y de las relaciones de poder que se dan no solamente para el control del Estado, puesto que se da en el seno de todo grupo humano y en primer lugar en la familia; es comprensible que los rivales que luchan por el poder, utilicen sus recursos y habilidades para vencer al contrincante.

La política presupone contradicción, discordia y hasta conflicto, lo que de retorno significa la posibilidad de conciliación, armonía y arreglos. Para pasar ciertos acuerdos con terceros se sacrifica a veces en toda discreción, acuerdos menores o anteriores dando origen a cierta traición.

Cuestión de cálculo, de sopesar lo que importa más. Política realista.

Por otro lado los celos políticos, el arrebato del liderazgo son fuente de pleitos, traiciones y parricidios (cuando el delfín elimina al padre político).

¿Pero quién traiciona a quién?

En primer lugar debemos comprender que la política no puede ser reducida a la moral, cualquiera que ésta sea, como si aquélla solo tuviera que ver con el bien o el desinterés.

Además la moral es también una construcción de poder creada durante siglos bajo el impulso de la fuerza en una cultura, una religión o sociedad determinada, pero es de diferente naturaleza, dictada por otras motivaciones y por otro tipo de sujetos.

Estas verdades sobre la praxis política no sugieren que no deba haber ética.

Idealmente, la política consiste en tomar el poder para realizar el bien común, luchar por la justicia, la equidad, el bienestar, etc., pero lo que debe comprenderse es que la política se rige bajo otros cánones.

Lo más complejo de la política sólo es accesible a la élite que maneja la información adecuada y las capacidades de convencimiento, influencia o maniobra. Por ello con frecuencia vemos tanta ingenuidad y desconocimiento en ciertas opiniones o la proliferación de especulaciones y noticias falsas.

La ventaja del conocimiento, la información, la manipulación, intriga y engaño son moneda corriente en los negocios también y hasta en las relaciones humanas más simples.

Pero la política es la más expuesta, porque es una actividad de interés público, con mucha divulgación, las traiciones entre los que suben y los que caen, son imposibles de ocultar.

Para el ciudadano común, este es el aspecto execrable de la política.

Pero debe entenderse que cuando el caudillo, líder, presidente o jefe es desafiado por sus propios seguidores, es porque ha perdido credibilidad o liderazgo ante ellos, puesto que seguir a un líder es un acto voluntario, significa confiar en la conducción.

Por supuesto que todo político tiene la libertad de disentir o aspirar a convertirse en el nuevo jefe. La libertad está por arriba de todo acuerdo, pero si hay honor y motivos de gratitud, deberían guardarse las formas del respeto; entonces la ruptura debería ser franca y frontal, no traicionera y engañosa.

Churchill que había cambiado de partido solía decir: “Soy más fiel a mis ideas que a un partido que ya no las representa”.

Talleyrand, hombre político, ministro de Asuntos Extranjeros: “Nunca he traicionado a quien no se haya traicionado primero a sí mismo”.

En todo caso la lealtad se fortalece con el buen liderazgo, los ideales o las complicidades, puesto que supeditarse a un líder, significa poner el destino propio en manos de otro.

Lo que sí es cierto, es que todo nuevo gobernante debe hacer frente a diferentes situaciones, intereses, compromisos y por ello no puede seguir obedeciendo a quien lo ayudó a llegar. En política mandan las circunstancias, el padrino que no quiera pasar por una “traición”, no debe aspirar a tener más que un amigo poderoso de su lado. El poder es temporal y el futuro no pertenece a nadie, solo se puede aprovechar el “momentum”  (fuerza motriz) de la coyuntura.

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