Una vida de película (2/3)

OM
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8 de junio de 2024
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03:33 am
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Una vida de película (2/3)

La tesis acerca de “Derechos de autor y propiedad intelectual en la obra cinematográfica”, tiene como antecedente, la utilización en una película del nombre e imagen de una persona. Ello ocurrió el 20 de enero de 1958, cuando su Alteza Imperial, el Gran Duque Wladimir de Rusia, interpuso en el juzgado número 1 de Palma de Mallorca, una querella, a través de su apoderado legal, don Miguel Fenech Navarro (quien en 1984-1987) dirigiera mi tesis doctoral), contra el productor y director español Juan de Orduña, al utilizar éste, sin la autorización del Gran Duque, su nombre en la película “El último cuplé”.

 

Con el agravante, que en las escenas en que sale representado el Gran Duque Wladimir de Rusia, se le hace aparecer como un individuo dado a la bebida, totalmente amoral, que ofende en público a una dama y que, en ese mismo espacio es abofeteado por ello. Este incidente judicial se resolvió cuando Cifesa, la distribuidora de la película, acordó pagar al demandante una indemnización, eliminando del guión las palabras “Rusia” y “Wladimir”, gracias a lo cual, la película siguió exhibiéndose y todo lo que se escucha en el filme son referencias al “Gran Duque”, pero sin nombre. Más tarde se estrenó a raíz de este “affaire”, una comedia paródica con el título de “El pleito del último cuplé”.

 

Este trabajo académico lo convertí en el año 2006 en mi primer libro sobre cine, titulado “Estudio jurídico de la obra cinematográfica”, dividido en dos grandes títulos: Análisis fenomenológico (I), y Cine y Derecho (II), que consta de 254 páginas. En el año 2009 se publica mi segunda obra literaria, titulada: “El Cine, espectáculo universal”, que cuenta con XI capítulos distribuidos en 325 páginas, con los siguientes temas: (1) El cine del siglo XXI. (2) Esplendor de Hollywood. (3) Lecciones de fotogenia. (4) Sociología del cine. (5) El cine: Arte, evasión y dólares. (6) Los géneros cinematográficos. (7) Imágenes de la literatura. (8) La animación computacional. (9) Hollywood-Babilonia. (10) La otra cara del cine. Y, (11) Baluartes del arte y la cultura nacional.

En 2019 publicaría un libro autobiográfico titulado “Una vida de película”, que cuenta con 215 páginas, en el cual se describen historias y notas vinculadas al mundo del cine. Por ejemplo, la anécdota de mi pueblo Santa Bárbara donde descubro el mundo exterior a través de las imágenes en movimiento. La televisión en casa, cuando me traslado a vivir a Tegucigalpa, contando con 12 años de edad, y admiraba los programas y novelas de ocasión. Además, relato, mis años juveniles donde disfrutaba de la exhibición de películas en las antañonas salas de cine de la capital. A comienzos de los 80’s, me sumé a un grupo de entusiastas personas con el que compartíamos nuestra pasión por el mundo del cine, entre las que recuerdo a Mauricio Durón y al desaparecido Evaristo López, en cuya Litografía (López) se editaba una especie de trifolio informativo de la labor cultural y artística desarrollada por el Cine-Club Ópalo. De mis años en España, surgen los recuerdos de la elaboración y defensa de mi tesis doctoral descrita en el párrafo primero de este escrito.

Así mismo describo los cines que frecuentaba y las funciones que ofrecían. Para el caso viene a mi memoria, la presentación que se hizo en los Cines Princesa de la película “Good morning Babilonia” (1987), de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, lugar en el que conocí a uno de sus protagonistas, el portugués Joaquím de Almeida. De mi estadía en Chile, cuando realicé un diplomado en la Academia de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), en el segundo semestre de 1991, recuerdo varias enriquecedoras anécdotas que me tocó vivir como cinéfilo.

Una de ellas, está relacionada con Alex Labbé, un emprendedor empresario dedicado a la distribución de películas provenientes de las casas productoras norteamericanas, quien solía invitar a varios catedráticos y autoridades de la Academia cada semana para que vieran en una proyección privada las películas que luego serían exhibidas a la gran masa del público. Pronto me sume a este equipo privilegiado, acudiendo a un minicine que Alex tenía para esa ocasión. Ello, debidamente acompañado de un buen vaso de pisco y Coca-Cola (piscola), servido a nuestra discreción antes y durante la función.

 

Quizá la cinta más emblemática vista en ese entonces –y hoy considerada película de culto- sea “Point Break” (Punto de quiebre), una película estadounidense de 1991, dirigida por Kathryn Bigelow. Con Keanu Reeves y Patrick Swayze en los roles estelares. También tuve la oportunidad de acudir a la inauguración del IV Festival Cinematográfico de Viña del Mar, que se llevó a cabo en el Teatro Municipal, donde le tocó al filme chileno “La frontera”, del debutante Ricardo Larraín, abrir la muestra del certamen.

En otra ocasión, conocí en Quirihue, Provincia de Ñuble, ubicada en el centro del país austral, justo a unas cinco horas en coche desde Santiago, al sacerdote Eloy Parra, quien saltó a la luz pública a finales de la década de los 60’s, cuando fungió como guía espiritual de un campesino (Jorge del Carmen Valenzuela Torres) acusado y más tarde sentenciado a muerte por el asesinato de una madre y sus cinco hijos en la comunidad de Nahueltoro, una agreste población allende a la ciudad de Chillán, capital de la provincia de Ñuble. Sobre este macabro suceso, Miguel Littin, rodó en 1970 un filme titulado “El chacal de Nahueltoro”. Y por supuesto, nuestra conversación giró en gran parte, por lo acontecido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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