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18 de abril de 2024
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Arrastrando lejanías

Déjame que te cuente…

Por: José María Leiva Leiva

En mis tiempos de infancia en Santa Bárbara, mi padre tenía en su clínica a un asistente llamado Gustavo, quien era un apasionado motaguense. No se perdía las transmisiones radiales de los encuentros deportivos de su amado equipo. No había entonces televisión. Hablo más o menos de 1968, cuando tenía 9 años de edad y cursaba el tercer grado en la escuela “Gabriela Mistral”. Se contaban entonces, con los dedos de las manos los seguidores del cuadro azul, y entre ellos estaba yo, gracias a la influencia que tenía en casa.

Reinaba la afición olimpista, (y probablemente aún lo siga siendo), y cuando mi equipo perdía, las burlas de mis compañeros que abrazaban la causa del viejo león, no se hacía esperar. Eran gloriosos tiempos con los que se alcanzó el primer campeonato, donde sobresalían los nombres de excelentes jugadores, nacionales y extranjeros de la talla de los brasileños Roberto Abrussezze, Geraldo Batista, Linauro de Paula, Giuliano Neto, Pedro Caetano da Silva, Ado Baptista, Geraldo da Silva, y el portero nicaragüense Salvador Dubois, que era un espectáculo en el arco. Más los hondureños Marcos y Nelson Benavides, Mariano Godoy, Oscar el “martillo” Hernández, Julio Meza, Roberto Jerez, Fermín “Min” Navarro, Pedro Colón, Lenard Welsh y Rubén Guifarro. ¡Qué tiempos esos Dios santo! Es un privilegio haberlos vivido.

Se jugaba con garra, coraje, pasión, entrega, vergüenza, fuerza, tanto que las defensas de los equipos de la Liga Nacional, jugaban al rompe y raja, pasaba la pelota, pero no el jugador… y no exagero. Y todo sin la publicidad “luminosa”, la vida glamorosa, las comodidades, la atención médica, los lujos y los suculentos sueldos que se devengan hoy en día, donde se practica más técnica, pero menos compromiso. Poco a poco se fue acabando aquel ADN. Allá por 1973, cuando cursaba el segundo año en el colegio salesiano San Miguel, recuerdo las figuras del magnífico portero nicaragüense, Roger Mayorga, Antonio Obando y Mario Blandón Artica, goleadores de raza.

Y a finales de esa década destacan nombres como Salvador “Pólvora” Bernárdez” y Luis Alberto “Chito” Reyes. Para 1982, -tiempos de la gloriosa selección que participó en el mundial de España, y aunque les duela a muchos, la mejor selección que hemos tenido-, el mimado de la afición llegó a tener figuras relevantes como Héctor Zelaya, Ramón Enrique Maradiaga, David Bueso y José Luis Cruz. Estos eran auténticos gladiadores que se partían el pecho jugando. Eran capaces de cargar al equipo en sus espaldas.

Luego vino otra generación también admirada: el chileno Mario Hernán Yubini Carreño, Roxne Romero, César Obando… seguidos de Amado Guevara, Reynaldo Clavasquín, Milton Reyes, Ninrod Medina, Júnior Izaguirre, Hernaín Arzú, Jairo Martínez, Iván Guerrero, Noel Valladares, Emilio Izaguirre, Víctor Bernárdez, y los extranjeros Denilson Costa y Jocimar Nascimiento, brasileños; y el argentino Diego Vásquez, entonces como guardavallas.

Más recientemente hay que destacar la buena labor del paraguayo Roberto Moreira, los argentinos Jonathan Rougier y Agustín Auzmendi, y el hondureño Rubilio Castillo. El resto de la plantilla son de lo más normalitos y sencillos. De hecho, en cada certamen, la junta directiva hace una recogida madre de jugadores que no aportan absolutamente nada. Incluso contratan extranjeros paquetes que solo vienen a turistear o calentar banca.

En resumen, es un pobre equipito que no inspira confianza, solo decepciones. Da la impresión que sus dueños tienen mejores negocios que atender. A veces, ni verlos por televisión apetece. Más de alguien dirá: “Hay que apoyarlos en las malas y en las buenas”. Y yo me pregunto, ¿cuáles buenas? ¿la de los chiripazos? A no ser que uno sea masoquista. Razones no le faltan al equipo líder indiscutible del campeonato. Sacan la chequera y apuntan por jugadores que realmente valen la pena. No es broma que tengan esa cantidad sobresalientes de campeonatos y que se les llame con toda justicia: “Rey de copas”. Da envidia de la sana.

Tan cierto, que se dan el lujo de tener hasta 3 jugadores por cada puesto, y no digamos un envidiable cuerpo técnico ciertamente competitivo. Claro, ganan campeonatos que es un contento, pero es que también juegan solos, no tienen rivales. Son uno contra nueve, y a todos les dan hasta para los chicles, jueguen donde jueguen, da igual. Y el colmo, ganan y meten más goles hasta con 10 jugadores. Y agrego, así como están las cosas, para que cualquiera de esos nueve equipitos aspire a ganar un campeonato, será necesario que la pimpa juegue en otra liga, o por supuesto, siendo más terrenales, que se dé un verdadero milagro y un chiripón de esos que hacen historia.

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